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Document 52008IE1669

Dictamen del Comité Económico y Social Europeo sobre el tema Más allá del PIB — Indicadores para un desarrollo sostenible

DO C 100 de 30.4.2009, p. 53–59 (BG, ES, CS, DA, DE, ET, EL, EN, FR, IT, LV, LT, HU, MT, NL, PL, PT, RO, SK, SL, FI, SV)

30.4.2009   

ES

Diario Oficial de la Unión Europea

C 100/53


Dictamen del Comité Económico y Social Europeo sobre el tema «Más allá del PIB — Indicadores para un desarrollo sostenible»

2009/C 100/09

Los días 16 y 17 de enero de 2008, de conformidad con el artículo 29.2 de su Reglamento Interno, el Comité Económico y Social Europeo decidió elaborar un dictamen de iniciativa sobre el tema

«Más allá del PIB — Indicadores para un desarrollo sostenible».

La Sección Especializada de Agricultura, Desarrollo Rural y Medio Ambiente (representada por el Observatorio del Desarrollo Sostenible), encargada de preparar los trabajos del Comité en este asunto, aprobó su dictamen el 8 de octubre de 2008 (ponente: Martin SIECKER).

En su 448o pleno de los días 21, 22 y 23 de octubre de 2008 (sesión del 22 de octubre de 2008), el Comité Económico y Social Europeo ha aprobado por 114 votos a favor, 2 en contra y 8 abstenciones el presente Dictamen.

1.   Conclusiones y recomendaciones

1.1.   El PIB es un indicador importante del crecimiento económico, pero es insuficiente cuando se trata de definir la línea política que hay que seguir para hacer frente a los retos del siglo XXI. Es necesario completarlo con otros indicadores. Tal fue la conclusión de la conferencia de la Comisión Europea celebrada los días 19 y 20 de noviembre de 2007, en Bruselas, sobre el tema «Más allá del PIB», así como de la conferencia celebrada el 10 de enero de 2008, en Tilburgo, bajo el título «Een comfortable waarheid» (Una verdad cómoda).

1.2.   El PIB es un buen indicador del ritmo de la economía, que muestra los esfuerzos realizados para ganar dinero, sin consideración de si se generan productos o servicios útiles o perjudiciales para el ser humano y para el medio ambiente. Se necesitan sobre todo instrumentos de medida que indiquen la distancia que nos separa todavía de una economía sostenible y solidaria.

1.3.   Como el asunto gira en torno a dos cuestiones diferentes —la sostenibilidad y el bienestar—, necesitamos de hecho dos instrumentos de medida diferentes. La sostenibilidad está relacionada con un mundo sano, ahora y en el futuro, con solidaridad entre las generaciones, y es una condición, mientras que el bienestar se refiere al desarrollo social y constituye una «variable objetivo». En lo que respecta a la sostenibilidad, basta con garantizar el mantenimiento del modo de vida a largo plazo a escala mundial. Una vez cumplido este criterio, no es necesario seguir pretendiendo una sostenibilidad aún mayor. La situación en lo que se refiere al bienestar es distinta: cuanto más elevado sea su nivel, mejor, por lo que es lógico tratar de mejorarlo constantemente.

1.4.   Existe un indicador de la sostenibilidad y de su evolución: la huella ecológica, que, a pesar de sus defectos, es el mejor indicador global disponible de un desarrollo sostenible desde el punto de vista medioambiental.

1.5.   La huella ecológica es un excelente instrumento de comunicación y uno de los pocos —si no el único— en tener en cuenta el impacto medioambiental de nuestros hábitos de consumo y de producción (importaciones y exportaciones) en los demás países. Se puede optimizar a medida que se vaya usando y, en su caso, podrá sustituirse por otro mejor en el futuro.

1.6.   El reto consiste, pues, en poner a punto un indicador del desarrollo social que mida los diferentes aspectos de la calidad de vida para dar de ella una imagen realista. El presente dictamen se dedica a tal indicador de la calidad de vida, dado que un instrumento político de este tipo, que además funcione bien, (todavía) no existe.

1.7.   Un indicador de la calidad de vida utilizable en el plano práctico y fiable en el plano científico debe abarcar aspectos considerados cruciales para la calidad de vida y cumplir los criterios siguientes.

estar formado por factores objetivos que determinen las capacidades de las personas;

ser sensible a la influencia de la política;

ofrecer datos a tiempo;

ser comparable de un país a otro;

ser comparable en el tiempo;

ser comprensible para el gran público.

1.8.   Suelen considerarse esenciales para la calidad de vida los seis ámbitos siguientes.

integridad física y salud;

bienestar material;

acceso a los servicios públicos;

participación social e integración de los inmigrantes;

ocio;

calidad del medio ambiente.

Los Estados miembros disponen de los datos básicos necesarios para medir la evolución en estos ámbitos a escala nacional. No obstante, es conveniente afinarlos (en lo que respecta a su frecuencia, su recogida, su tratamiento).

1.9   El indicador que se describe aquí no es perfecto. No se entiende como una propuesta, sino como contribución a los debates actuales sobre el tema. La medición es un proceso dinámico: lo que se mide es en efecto la evolución de una sociedad. Esta evolución puede plantear a su vez la necesidad de disponer de otros datos o de datos más detallados. La definición de un indicador constituye también un proceso dinámico que debe ir precedido de debates y discusiones, como corresponde a toda sociedad democrática.

1.10   La transición a una política no exclusivamente basada en el crecimiento económico, sino también influida por factores sociales y medioambientales puede dar lugar a una economía más sostenible y solidaria. No se trata de un proyecto a corto plazo: para ello es demasiado amplio. Para garantizar su viabilidad, es evidente que hay que limitarse a los Estados miembros de la UE, incluidos, en su caso, los países candidatos Croacia y Turquía y los países que presentan un desarrollo económico comparable, como Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón. Las enormes divergencias de desarrollo económico impiden la elaboración de un instrumento único y comprensible que permita medir la evolución de los países desarrollados y de los países en desarrollo según una misma escala.

2.   Límites del PIB

2.1.   El objetivo último de toda persona es la felicidad. La tarea principal de las autoridades es crear las condiciones que ofrezcan a cada ciudadano la mejor posibilidad de alcanzarla. Les incumbe, pues, la tarea de tomar en todo momento el pulso de la sociedad para reunir la información pertinente sobre su situación. Medir es conocer: sólo cuando se conoce el motivo de un sentimiento de descontento y la causa que lo origina puede intentarse resolverlo.

2.2.   El producto interior bruto (PIB) es actualmente el indicador más utilizado por las autoridades como instrumento de medida para representar la situación de la sociedad. Se introdujo en el siglo pasado como instrumento de medida después de la gran recesión y la Segunda Guerra Mundial que le siguió. Para los responsables de la toma de decisiones es el indicador principal, si no el único, para medir los rendimientos y actividades económicas. Se basa en un sistema, aceptado internacionalmente, de cuentas nacionales establecidas con arreglo a un procedimiento único. Además, todo se convierte a una misma y única unidad de medida: el dinero. Por ello, el PIB se presta bien a la comparación internacional.

2.3.   Al mismo tiempo, no ofrece ninguna información sobre el bienestar (la felicidad) de las personas ni sobre el grado de sostenibilidad del desarrollo de la sociedad. El PIB por habitante de Estados Unidos es uno de los más elevados del mundo, pero los estadounidenses no son por ello más felices que los ciudadanos de otros países, por no hablar de la sostenibilidad de su sociedad. A escala mundial, el nivel del PIB por habitante es superior al de hace 60 años. No obstante, este crecimiento no ha generado un aumento claro de la felicidad. De hecho, aparte de los suspiros que se oyen aquí y allá, de la nostalgia del tiempo pasado, en que todo iba mejor, en 2008 se ha registrado un récord de 900 millones de personas que padecen hambre, es decir, 900 millones de personas desgraciadas.

2.4.   La evolución actual de la sociedad y las relaciones económicas existentes difieren fundamentalmente de la situación que prevalecía a mediados del siglo pasado. Los países desarrollados, en especial, sienten cada vez más la necesidad de medir también elementos que no son consecuencia de transacciones comerciales o de procedimientos económicos formales. Muchos de estos elementos y necesidades no se tienen suficientemente en cuenta (o no se tienen en cuenta en absoluto) en el PIB.

2.5.   Un PIB en alza puede ocultar una pérdida importante de prosperidad y de bienestar. Por ejemplo, si un país decidiera talar todos sus bosques, vender la leña y poner a trabajar a los niños en lugar de enviarles a la escuela, ello sería muy beneficiosa para el PIB, ya que las cifras de crecimiento económico mostrarían una mayor prosperidad material. Este crecimiento no sería sostenible en absoluto y las personas —sobre todo los niños— no serían por ello más felices.

2.6.   También las catástrofes naturales y políticas pueden tener un efecto positivo en el PIB. El huracán Katrina fue una bendición para el PIB de Luisiana debido a los notables esfuerzos y a las actividades económicas que hubo que llevar a cabo para la reconstrucción. Tal observación es válida también para el PIB de una serie de países asiáticos y africanos después del «tsunami» y para el PIB de casi todas las economías europeas después de la Segunda Guerra Mundial. Aparte del hecho de que no todo el mundo, ni con mucho, participó proporcionalmente en ese aumento de prosperidad, tales catástrofes no contribuyeron especialmente a mejorar el bienestar de la población o la sostenibilidad de la sociedad.

2.7.   Pero otros ejemplos, menos extremos, muestran también los límites del PIB como instrumento de medida. Una mayor prosperidad material genera un aumento de las ventas de vehículos y la construcción de nuevas carreteras. Con ello aumentan los accidentes y los costes derivados (sustitución/reparación del vehículo, gastos de asistencia sanitaria a los heridos/inválidos, aumento de las primas de seguros) y pueden producirse incluso excesos, como el comercio de armas y la venta de antidepresivos para los niños. Todo ello contribuye a inflar el PIB, pero no a realizar el objetivo último de toda persona, que es la felicidad, con la excepción quizá de algunos individuos que se ganan la vida con estas actividades.

2.8.   El predominio del PIB se revela sobre todo cundo baja: cuando ello ocurre cunde el pánico de inmediato. Es algo que no siempre está justificado. Es posible que el PIB baje a raíz de una evolución positiva. Si mañana todo el mundo cambia sus bombillas tradicionales por las nuevas bombillas Led, es cierto que ello llevará a un gasto único, elevado, para tales bombillas, pero al mismo tiempo a una importante reducción estructural del uso energético —y, por tanto, del PIB—, porque esas bombillas sólo consumen una fracción de la electricidad que requieren las tradicionales.

2.9.   En suma, el PIB es un buen indicador para medir los resultados económicos, pero no hay un vínculo directo entre crecimiento económico y progresos conseguidos en otros ámbitos de la sociedad. Para completar el cuadro, convendría disponer también de indicadores que reflejen el desarrollo de otros aspectos, especialmente los sociales y medioambientales.

3.   Otros factores de bienestar

3.1.   El debate sobre la necesidad de disponer de otros instrumentos de medida aparte del PIB se desarrolla simultáneamente en varios frentes. Por ejemplo, aparte de la conferencia «Más allá del PIB» organizada por la Comisión Europea en Bruselas (1) los días 19 y 20 de noviembre de 2007, el 10 de enero de este año se celebró otra en la Universidad de Tilburgo (2) sobre el tema «Een comfortable waarheid» (Una verdad cómoda). Los resultados de ambas conferencias son claramente paralelos y en ambos se subraya la necesidad de disponer de otros factores indicativos además del crecimiento económico. El PIB es un buen indicador del ritmo de la economía, que muestra los esfuerzos realizados para ganar dinero, sin consideración de si se generan productos o servicios útiles o perjudiciales para el ser humano y para el medio ambiente. Se necesitan sobre todo instrumentos de medida que indiquen la distancia que nos separa todavía de una economía sostenible y solidaria. Poco tiempo después de la introducción del PIB, economistas de renombre —como, por ejemplo, Samuelson (3)— recomendaban ya que en el PIB se introdujeran también aspectos inmateriales, tales como medio ambiente y valores naturales, para así contrarrestar la limitación del PIB a aspectos puramente económicos. Estas tentativas, sin embargo, no tuvieron por resultado la aceptación de una versión adaptada del PIB, por lo que hasta ahora el PIB predominante sigue siendo el tradicional. Algunos científicos han estudiado intensamente esta cuestión. En lo que sigue se exponen brevemente sus ideas.

3.2.   Richard LAYARD, profesor británico de economía del trabajo, observa en su libro Happiness  (4) que los occidentales no han logrado ser más dichosos en los últimos cincuenta años, a pesar de su prosperidad material claramente mayor. Para él, la causa reside en la enorme competencia mutua, dada la ambición generalizada de ganar más que los demás. Esta fijación unilateral ha supuesto un retroceso en otros ámbitos que son más importantes para el bienestar de las personas: la estabilidad de la familia, el placer del trabajo y las buenas relaciones con los amigos y la comunidad. Es lo que se deduce de las estadísticas sobre el número creciente de divorcios, el aumento del estrés en el lugar de trabajo y el alza de la delincuencia. Para restaurar el equilibrio, conviene atender, más que a la igualdad de renta, a la igualdad de posibilidades de ganar una renta.

3.3.   En su teoría de la economía del bienestar, el economista indio Amartya SEN  (5) insiste en que la prosperidad no está vinculada a los bienes, sino a las actividades para cuyo ejercicio se adquieren. La renta ofrece a los individuos posibilidades de llevar a cabo actividades y realizarse así personalmente. Tales posibilidades (que Sen llama «capacidades») dependen también de factores como la salud y la duración de la vida. La información sobre las tasas de mortalidad es importante sobre todo en los países en desarrollo, ya que constituye un buen indicador, especialmente en materia de desigualdad social y calidad de vida.

3.4.   En su nueva obra titulada Frontiers of Justice, la filósofa estadounidense Martha NUSSBAUM  (6) describe diez derechos sociales mínimos que son esenciales para llevar una vida digna. Destaca que una sociedad no cumple con sus responsabilidades y no es totalmente equitativa si no puede garantizar un umbral apropiado de estos derechos y libertades para todos sus ciudadanos. Concretamente, se trata de la capacidad de llevar una vida humana de una duración normal, gozar de buena salud, desplazarse libremente, utilizar la mente, vincularse a cosas y a personas ajenas a uno mismo, forjarse una concepción del bien, vivir con y por los demás sin discriminaciones, vivir con la preocupación de los animales y de la naturaleza y en contacto con ellos, reír y jugar, poder participar en decisiones políticas y estar en condiciones de adquirir una propiedad. Esta lista no es exhaustiva y se puede completar.

4.   Otros indicadores

4.1.   Además del PIB, existen diferentes iniciativas encaminadas a medir otros elementos importantes para comprender la situación en que se encuentra una sociedad. A título informativo, se ofrece a continuación una visión general y una breve descripción de cuatro de los indicadores que se utilizan a tal fin. Existen otros, como la iniciativa del Consejo Federal de Desarrollo Sostenible de Bélgica (7), el índice canadiense del bienestar (ICME) (8), la felicidad nacional bruta en Bután (9), la iniciativa Quars en Italia (10), la comisión Stiglitz en Francia (11), el proyecto mundial de la OCDE (12) dirigido a medir los progresos o los datos disponibles en Eurofound (13). Pero no pueden describirse todos aquí por falta de espacio.

4.2.   El Índice de desarrollo humano (IDH) (14) es un indicador que mide los progresos de la sociedad y de los grupos que conviven en ella. Viene siendo utilizado desde 1993 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para la elaboración de un informe anual sobre la situación por países. Además de la renta, se tienen en cuenta la esperanza de vida, la tasa de alfabetización y el nivel de educación. Desde 1977 se publica también un Índice de pobreza humana (15), que tiene en cuenta el acceso a la enseñanza, a una alimentación segura y un agua sana y a los servicios sanitarios. El IDH se basa principalmente en las teorías de Amartya Sen. Funciona bien en los países en desarrollo, pero presenta el inconveniente de que se adapta peor a la evaluación de los progresos de los países desarrollados.

4.3.   La huella ecológica  (16) parte del principio de que el consumo puede ser convertido a la superficie necesaria para producir lo que se consume. Esto posibilita comparar el impacto medioambiental de diferentes comportamientos de consumo (modos de vida) o diferentes grupos de población (países). A escala del planeta, hay 1,8 hectáreas de tierras productivas disponibles por habitante para satisfacer el consumo individual. Actualmente, se utilizan 2,2 hectáreas por persona, por lo que la humanidad está agotando rápidamente las reservas de la Tierra. Las diferencias, no obstante, son enormes: en Estados Unidos, la huella ecológica media es de 9,6 hectáreas por habitante, frente a 0,5 hectáreas en Bangladesh. Estos problemas aumentarán si no se cambia la política. Cada vez hay menos tierras productivas disponibles debido a la erosión y la desertificación y, con el aumento demográfico, este número reducido de hectáreas debe ser compartido entre cada vez más personas. Al mismo tiempo, la demanda aumenta, pues la mayor prosperidad tiene como efecto que las personas consumen más. La huella ecológica es un buen indicador del desarrollo sostenible, pero no ofrece ninguna información sobre el bienestar de los individuos.

4.4.   El índice de la situación de vida (Leefsituatie Index) (17) ofrece una descripción y un análisis sistemáticos de las condiciones de vida de la población neerlandesa, lo que también se denomina sociale staat van Nederland — SSN (situación social de los Países Bajos). El SSN describe la evolución de las condiciones de vida a lo largo de un periodo de aproximadamente diez años. Los temas examinados son la renta, el trabajo, la enseñanza, la salud, las actividades en tiempo libre, la movilidad, la delincuencia, la vivienda y el medio ambiente. Un índice resumen complementa los capítulos sectoriales. También se presentan datos relativos a la opinión pública sobre la política y las autoridades. La encuesta se publica cada dos años por la Nederlandse Sociaal Cultureel Planbureau (Oficina Central de Planificación Social y Cultural de los Países Bajos). El índice de la situación de vida no se ha impuesto nunca como una referencia de autoridad reconocida en los Países Bajos, porque es esencialmente una mezcolanza de elementos disímiles y, por ello, no ofrece una imagen coherente y fiable del bienestar general.

4.5.   Ruut Veenhoven, profesor de la Universidad Erasmus de Rotterdam, lleva treinta años investigando a escala mundial el sentimiento de felicidad. En su World Database of Happiness (Base de datos mundial sobre la felicidad) (18) llega a la conclusión de que la correlación entre dinero y felicidad es sumamente débil. En las personas que perciben rentas más altas se observa un aumento efímero de la felicidad, que se disipa al cabo de un año. Generalmente, la sensación de felicidad es más profunda en la persona que tiene libertad sobre su tiempo y sus decisiones. Por lo demás, Ruut Veenhoven hace una diferenciación clara entre los países desarrollados y los países en desarrollo. En estos últimos, un aumento de la renta da lugar a un sentimiento de felicidad más intenso y más duradero que en los países desarrollados. Tal diferencia desaparece cuando el PIB por habitante supera un umbral de renta que se sitúa entre los 20 000 y los 25 000 dólares. El inconveniente de esta base de datos reside en que las divergencias entre las preferencias individuales pueden desempeñar un papel importante en la evaluación de la sensación de felicidad. Además, la política pública no puede influir demasiado en el sentimiento de felicidad.

5.   Aplicaciones posibles

5.1.   Existen en líneas generales dos formas de poner coto al predominio del PIB en la política socioeconómica. La primera consiste en elaborar una serie alternativa de indicadores de la sostenibilidad y del bienestar (o de algunos de sus aspectos) que revistan la misma importancia política que el PIB. La segunda consiste en sustituir el PIB por un nuevo indicador global que incorpore todos los elementos pertinentes de la sostenibilidad y el bienestar. Este nuevo indicador tendría que convertirse en un indicador clave de la política socioeconómica.

5.2.   La primera opción —es decir, una serie de indicadores que se sumen al PIB— existe ya de hecho, pero no funciona. Existen numerosos indicadores que permiten medir aspectos divergentes de la sostenibilidad y el bienestar: la democracia, la felicidad y la satisfacción global, la salud, el nivel de formación, el nivel de cultura, la libertad de expresión, la delincuencia, la calidad del medio ambiente, las emisiones de CO2, la huella ecológica, etc. Todos ellos, sin embargo, suscitan menos interés que el PIB, que se sigue considerando el indicador de nuestro bienestar más completo y es el menos cuestionado.

5.3.   La segunda opción —es decir, un indicador global que sustituya al PIB— es complicada, porque hace referencia a dos cuestiones fundamentalmente diferentes: la sostenibilidad y el bienestar. La sostenibilidad es una condición, el bienestar una «variable objetivo». En lo que respecta a la sostenibilidad, basta con garantizar el mantenimiento del modo de vida a largo plazo a escala mundial. Una vez cumplido este criterio, no es necesario seguir pretendiendo una sostenibilidad aún mayor. Con el bienestar, la situación es distinta: siempre es preferible tener el mejor bienestar posible, por lo que es lógico tratar constantemente de mejorarlo.

5.4.   Dada la dificultad de agrupar estas dos cuestiones bajo un denominador común, se perfila una tercera posibilidad: usar dos indicadores además del PIB, uno que mida la sostenibilidad y otro que mida la calidad de vida. Existe un indicador para medir la sostenibilidad y su evolución: la huella ecológica, que, a pesar de sus defectos, es el mejor indicador global disponible de un desarrollo sostenible desde el punto de vista medioambiental. La huella ecológica es un excelente instrumento de comunicación y uno de los pocos —si no el único— en tener en cuenta el impacto medioambiental de nuestros hábitos de consumo y de producción (importaciones y exportaciones) en los demás países. Se puede optimizar a medida que se vaya usando y, en su caso, podrá sustituirse por otro mejor en el futuro. No existe todavía un indicador del desarrollo social que mida con eficacia diferentes aspectos de la calidad de vida y nos dé de él una imagen realista. El presente dictamen se dedica exclusivamente a tal indicador de la calidad de vida.

6.   Indicador de la calidad de vida

6.1.   Un indicador de la calidad de vida utilizable en el plano práctico y fiable en el plano científico debe abarcar los aspectos considerados cruciales para la calidad de vida y cumplir los criterios siguientes.

estar formado por factores objetivos que determinen las capacidades de las personas;

ser sensible a la influencia de la política;

ofrecer datos a tiempo;

ser comparable de un país a otro;

ser comparable en el tiempo;

ser comprensible para el gran público.

6.2.   Los ámbitos de vida que en la UE se suelen considerar cruciales para la calidad de vida y que cumplen los criterios expuestos son los siguientes.

Integridad física y salud. Este indicador mide el porcentaje de la población que no se ve obstaculizada físicamente para funcionar conforme al propio deseo, ya sea por un obstáculo «interno» (enfermedad, minusvalía) o por uno «externo» (delincuencia y cárcel).

Bienestar material. Es el promedio de renta disponible estándar, expresado en paridades de poder adquisitivo, el mejor criterio global del poder adquisitivo efectivo del ciudadano medio. El poder adquisitivo de diferentes países se puede comparar corrigiendo las diferencias entre los niveles de precios existentes en ellos.

Acceso a los servicios públicos. Porcentaje del PIB que se dedica a la atención sanitaria, la enseñanza, los transportes públicos, la vivienda y la cultura.

Participación social. Porcentaje de la población de 20 a 65 años que realiza un trabajo remunerado y porcentaje de la población de más de 20 años que realiza un trabajo de voluntariado. Tener un empleo remunerado se suele considerar una de las principales formas de participación y de integración social. Aparte de ello, el voluntariado es importante para mantener una gran variedad de estructuras sociales en el seno de la sociedad que permita combatir el predominio de la economía. Con el aumento de la movilidad de las personas, es importante acoger a los recién llegados y apoyar su integración cultural y social en las comunidades existentes.

Ocio. Número medio de horas de ocio de que dispone la población de 20 a 65 años y que no se dedica a la enseñanza, ni al trabajo remunerado o no remunerado (incluidos los trayectos, el trabajo doméstico y el cuidado de terceras personas). Se debe descontar el ocio resultante del desempleo involuntario. Es esencial disponer —al margen de un empleo remunerado— de suficiente tiempo de ocio para poder concretar los proyectos de vida.

Calidad del medio ambiente. Porcentaje de la superficie total del país que ocupa la naturaleza + porcentaje de la población no expuesta a la contaminación del aire. Lo que se considera en este caso no es la contribución de la naturaleza y del medio ambiente a la sostenibilidad del desarrollo socioeconómico (para ello se utiliza el indicador específico de la huella ecológica), sino la calidad de vida de los ciudadanos. Por ello, el indicador se limita a los dos aspectos de naturaleza y de medio ambiente que los ciudadanos pueden percibir directamente de forma positiva o negativa.

6.3.   Estos seis ámbitos se miden mediante distintas unidades. Para sintetizar las evaluaciones resultantes en un indicador global, primero hay que hacerlas comparables. El método más sencillo —y también el más eficaz— consiste en calcular para cada indicador parcial, según un método estadístico reconocido y aplicado en el plano internacional, una puntuación normalizada (puntuación Z). Se trata de una variable para la cual la media vale cero y la desviación típica vale 1. Esto quiere decir básicamente que, en el conjunto de los países, un tercio obtiene una puntuación situada entre 0 y + 1, otro tercio entre 0 y - 1, la sexta parte una puntuación superior a + 1 y la sexta parte una puntuación inferior a - 1. A continuación se puede calcular el indicador global: será igual a la media de las puntuaciones Z de los seis campos.

6.4.   Para medir la evolución en el tiempo, no hay que volver a calcular cada año las puntuaciones Z sobre la base de la media y de la desviación típica correspondientes. Si se hiciera así, la calidad de la vida media sería por definición idéntica todos los años. Lo que debe hacerse, pues, es tomar la media y la desviación típica del primer año de utilización del indicador y aplicarlas en el cálculo de las puntuaciones Z de los años siguientes. Si la media es superior al año anterior, eso quiere decir que la calidad de vida media ha mejorado realmente. Si, por el contrario, la media es inferior al año anterior, eso quiere decir que la calidad de vida media ha empeorado realmente.

6.5.   Para el gran público, que no conoce necesariamente los conceptos matemáticos utilizados en estadística, el resultado de este cálculo no es muy elocuente. Para cumplir el sexto criterio (comprensible para el gran público), es preferible hacer una clasificación anual, de modo que cada cual pueda tomar nota directamente de los buenos (o malos) resultados de su país con respecto a otros países y con respecto a los resultados del año anterior. Estas clasificaciones suelen ser muy elocuentes y pueden reforzar la popularidad del instrumento, lo cual a su vez puede favorecer una mejora de la calidad de vida.

7.   Hacia una política más equilibrada

7.1.   En todos los Estados miembros se dispone normalmente de los datos necesarios para analizar la evolución en los seis ámbitos considerados, aunque la frecuencia y la calidad sean (todavía) variables. Los informes financieros y económicos son moneda corriente desde hace tiempo: hay información disponible diariamente a este respecto en forma de cotizaciones bursátiles. El balance del medio ambiente y de la calidad de vida es relativamente nuevo, lo que explica la cantidad mucho menor de datos disponibles sobre este punto. Las estadísticas medioambientales y sociales datan a menudo de hace dos a tres años. Una de las principales condiciones que deben cumplirse para disponer de un indicador completo y de alta calidad es la garantía de una determinada coherencia en cuanto a la calidad y la disponibilidad de los datos. Pero ya se cuenta con la base necesaria: en principio, es posible comenzar a elaborar este indicador con relativa rapidez, siempre que se llegue a un acuerdo político. En el plano político, un indicador de este tipo puede ser interesante por su potencial de crecimiento superior al del PIB, al menos en un futuro próximo dentro de la UE.

7.2.   No basta con medir. También hay que utilizar los resultados para la elaboración de las políticas. El siglo XXI nos plantea una serie de problemas para los que todavía no hay un enfoque seguro, dado su carácter relativamente reciente. Se impone una reacción rápida, ya que la ausencia de soluciones estructurales agotará los recursos del planeta. Al evolucionar hacia una política que no se base exclusivamente en el crecimiento económico, sino también en el desarrollo sostenible en el plano económico (continuidad de la actividad económica), social (permitir que los individuos vivan con buena salud y generen una renta suficiente para garantizar a los que no la tengan un nivel razonable de seguridad social) y medioambiental (protección de la biodiversidad, evolución hacia una producción y un consumo sostenibles), será posible ofrecer una solución controlada a una serie de cuestiones cruciales (empleo, desigualdad, formación, pobreza, migración, felicidad, cambio climático, agotamiento de los recursos del planeta).

7.3.   El indicador que se ha descrito no es perfecto. No se entiende tampoco como una propuesta, sino como contribución a los debates actuales sobre el tema. Quizá haya que aumentar el número de ámbitos o definir con mayor precisión los criterios que debe cumplir cada uno de ellos. Un indicador de este tipo siempre se puede perfeccionar. La medición es un proceso dinámico: lo que se mide es en efecto la evolución de una sociedad. Estos cambios pueden suscitar a su vez la necesidad de disponer de indicadores diferentes o más precisos. La definición de un indicador constituye también un proceso dinámico que debe ir precedido de debates y discusiones, como corresponde a toda sociedad democrática.

7.4.   No se trata de un proyecto a corto plazo: es demasiado amplio para ello. Para garantizar su viabilidad, es evidente que hay que limitarse a los Estados miembros de la UE, incluidos, en su caso, los países candidatos Croacia y Turquía y los países que presentan un sistema político y económico comparable, como Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón. Las enormes divergencias de desarrollo económico impiden la creación de un instrumento único y comprensible que permita medir la evolución de la calidad de vida de los países desarrollados y de los países en desarrollo según la misma escala. Debido a las semejanzas entre los sistemas políticos de esos países, el indicador parcial de las libertades democráticas no se incluye como uno de los ámbitos que se consideran vitales para la calidad de vida, porque este logro es evidente dentro de tal grupo de países.

7.5.   Una política que ya no se centre exclusivamente en la importancia unilateral del crecimiento económico, sino que también esté determinada por factores sociales y medioambientales puede dar lugar a una mejor formulación, más equilibrada, de las políticas y, por consiguiente, a una economía más sostenible y más solidaria. El Comité espera que la Comisión Europea se pronuncie con claridad al respecto en el informe de situación sobre la Estrategia de la UE para un Desarrollo Sostenible que tiene previsto publicar en junio de 2009. El objetivo perseguido podría ser el modelo social europeo, tal y como se definió en un dictamen anterior del Comité (19). Tal modelo tiene por vocación principal abrir camino a un espacio de prosperidad democrático, compatible con el medio ambiente, competitivo, solidario y fuente de integración social para todos los ciudadanos de la UE.

Bruselas, 22 de octubre de 2008.

El Presidente

del Comité Económico y Social Europeo

Mario SEPI


(1)  www.beyond-GDP.eu

(2)  www.economischegroei.net

(3)  P. Samuelson, «Evaluation of real national income,» Oxford Economic Papers, 1950; 2: 1-29.

(4)  R. Layard, «Happiness: lessons from a new science», Penguin Books, 2005.

(5)  A. Sen, «Commodities and capabilities», Amsterdam North Holland, 1985.

(6)  M. Nussbaum, «Frontiers of justice», Harvard University Press, 2005.

(7)  www.duurzameontwikkeling.be

(8)  www.statcan.ca

(9)  www.bhutanstudies.org.bt

(10)  www.sbilanciamoci.org

(11)  http://www.stiglitz-sen-fitoussi.fr/en/index.htm

(12)  http://www.oecd.org/statsportal

(13)  www.eurofound.europa.eu

(14)  www.eurofound.europa.eu

(15)  http://hdr.undp.org/en/statistics

(16)  www.footprintnetwork.org

(17)  http://hdr.undp.org/en/statistics/indices/hpi

(18)  http://worlddatabaseofhappiness.eur.nl

(19)  DO C 309 de 16.12.2006, p. 119.


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