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Document 51996IR0389

    Dictamen del Comité de las Regiones sobre «Una política de desarrollo rural»

    CdR 389/96 fin

    DO C 116 de 14.4.1997, p. 46–51 (ES, DA, DE, EL, EN, FR, IT, NL, PT, FI, SV)

    51996IR0389

    Dictamen del Comité de las Regiones sobre «Una política de desarrollo rural» CdR 389/96 fin

    Diario Oficial n° C 116 de 14/04/1997 p. 0046


    Dictamen del Comité de las Regiones sobre «Una política de desarrollo rural»

    (97/C 116/06)

    EL COMITÉ DE LAS REGIONES,

    vista su decisión de 18 de septiembre de 1996, de conformidad con el párrafo cuarto del artículo 198 C del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea, de encargar a la Comisión de Ordenación del Entorno, Agricultura, Caza, Pesca, Bosques, Mar y Montaña (Comisión 2) la elaboración de un dictamen sobre «Una política de desarrollo rural»;

    visto el Proyecto de dictamen (CDR 389/96 rev.) aprobado por la Comisión 2 el 5 de diciembre de 1996 (Ponente: Sr. Van Gelder),

    ha aprobado en su 16° Pleno (sesión del 16 de enero de 1997) el presente Dictamen.

    1. Introducción

    1.1. Es indispensable prestar atención a las zonas rurales de los países de la Unión Europea. Las condiciones de vida en estas zonas -que representan en torno al 80 % del territorio total y en las que vive un 25 % aproximadamente del conjunto de la población- se ven gravemente amenazadas por las transformaciones económicas y, muy en particular, las reestructuraciones que se realizan en el sector agrario. No cabe duda de que los ingresos de las zonas con infraestructura débil están sometidos a una fuerte presión, la densidad de población disminuye y parece apenas posible mantener equipamientos suficientes. Se habla de un efecto en espiral, de carácter muy negativo. Es indispensable que el desarrollo rural pase a convertirse en un tema político de primer orden dentro del contexto europeo, elaborando a tal fin una estrategia o, incluso, iniciando una campaña.

    En la Declaración de Cork, formulada con ocasión de la Conferencia celebrada en noviembre de 1996, se afirma: «Un desarrollo rural sostenible debe convertirse en una de las prioridades de la Unión Europea y ser el principio fundamental que presida, en el futuro más inmediato y con posterioridad a la ampliación, cualquier tipo de política sobre el medio rural. El objetivo que se persigue es invertir la tendencia al éxodo rural, combatir la pobreza, fomentar el empleo y la igualdad de oportunidades, anticiparse a las crecientes exigencias de mejora en materia de calidad, salud, seguridad, desarrollo personal y actividades en tiempo libre, así como aumentar el bienestar en el espacio rural. El requisito de preservación y mejora de la calidad del medio ambiente rural debe integrarse en todos los trabajos de la política comunitaria relacionados con el desarrollo rural. Los gastos públicos, las mejoras infraestructurales y los bienes de equipo en materia de educación, sanidad y comunicaciones deben tener un reparto más justo entre el espacio rural y las zonas urbanas. Los fondos disponibles deben utilizarse en mayor proporción para fomentar el desarrollo rural y garantizar la realización de los objetivos medioambientales.»

    1.2. Un desarrollo responsable de las zonas rurales es de capital importancia para uno de los principales objetivos de la Unión Europea, esto es, la cohesión económica y social dentro del territorio de la Unión Europea, a la cual se hace referencia en particular en el artículo 130 A del Tratado de la Unión Europea.

    Por tanto, debería ser prioritaria la concentración de los fondos disponibles en las zonas especialmente necesitadas.

    1.3. A dicho fin, es de importancia fundamental que las zonas rurales sean reconocidas en su propio valor y no sólo como zonas atrasadas desde el punto de vista de las (grandes) zonas urbanas.

    1.4. Para un buen entendimiento es importante -dada la gran diversidad de las zonas rurales- no dar una definición unívoca de dichas zonas, como por ejemplo el criterio del número de habitantes por kilómetro cuadrado.

    1.5. La condición de zona rural se determina generalmente por la ausencia de un conjunto de características, presentes en el caso de las grandes zonas urbanas, lo cual evidentemente da lugar a una «definición negativa». Se debe evitar, sin embargo, que una «definición negativa» conduzca también a una situación real negativa. Las zonas rurales tienen valores positivos que pueden ser determinantes con vistas al futuro. Los valores positivos han tenido ya por resultado que en muchas zonas rurales no se hable ya de efecto negativo en espiral sino, dentro de un enfoque integrado, de un desarrollo positivo basado en la diversificación de las actividades socioeconómicas.

    El Comité de las Regiones está de acuerdo con la definición de zonas rurales propuesta en la Carta europea de las zonas rurales.

    El texto de la definición es el siguiente:

    «Con la expresión "zona rural" se significa una parte de territorio interior o zona costera rural, incluidos pequeños núcleos urbanos o pueblos, dedicadas principalmente a:

    - agricultura, silvicultura, acuicultura y pesca;

    - actividades económicas y culturales de la población rural (actividades industriales, empresariales, servicios, etc.);

    - esparcimiento no urbano y zonas para actividades recreativas (o parques naturales);

    - otros objetivos, como por ejemplo lugares residenciales.

    Las partes agrarias y no agrarias de una zona rural constituyen un todo distinguible de una zona urbana, la cual se caracteriza por una alta densidad de población y estructuras verticales y horizontales.»

    Por otra parte, estos problemas de desarrollo del medio rural no deben considerarse como el resultado de la oposición entre zonas rurales y zonas urbanas, sino como consecuencia de una problemática común de ordenación del territorio que atañe a una región compuesta por núcleos rurales pero también urbanos.

    Esta definición se basa en características cualitativas y cubre la diversidad típica de las zonas rurales. Es igualmente importante que esta definición se considere también aplicable a los pequeños núcleos urbanos y pueblos situados en zonas rurales.

    1.6. En la evolución ulterior de la política relativa al desarrollo del espacio rural se debe elaborar una tipología de las zonas rurales, no como ejercicio académico, sino como recurso para el desarrollo de los instrumentos políticos.

    2. La base económica

    2.1. Los problemas de las zonas rurales son también el resultado de los actuales procesos económicos a escala mundial. Para lograr una posición de competencia favorable se necesitan niveles de producción elevados, innovación sostenida y relaciones de calidad-precio ajustadas, y el mejor modo de satisfacer estas condiciones es concentrar las actividades económicas en zonas con una elevada densidad demográfica. En dichas zonas se dispone de un mercado laboral importante y diferenciado, existen diferentes centros de educación y formación y se dispone de un clima sociocultural dinámico que permite crear valiosos contactos, acuerdos de cooperación e innovaciones. En las zonas rurales, la densidad demográfica es baja y se carece de una amplia oferta de equipamientos sobre las que basar el desarrollo económico. Se puede poner remedio, en parte, al relativo retraso rural creando también en las zonas rurales que lo requieran una red de centros urbanos y, en parte, seleccionando actividades económicas -incluyendo naturalmente a las empresas altamente innovadoras- menos dependientes de las condiciones que se dan en las grandes áreas urbanas, pero siempre se seguirá hablando de una diferencia relativa en materia de condiciones económicas. Por otra parte, los problemas de las zonas rurales no pueden reducirse al aspecto socioeconómico. Las condiciones de vida, la función de polo de atracción del espacio rural y, en estrecha relación con ello, las posibilidades económicas dependen del aspecto cualitativo integral de una zona, uno de cuyos componentes es también la preservación de la propia idiosincrasia.

    3. Condiciones de desarrollo en las zonas rurales

    3.1. En las grandes áreas urbanas se da amplia prioridad a la existencia de condiciones óptimas para el desarrollo económico y el empleo. En el desarrollo del espacio rural se aspira también, sin embargo, a otras condiciones que se sitúan al margen de cualquier tipo de debate, pero que pueden influir sin duda en las posibilidades del desarrollo económico. Las zonas rurales deben poder garantizar a la propia población no sólo unos ingresos y equipamientos suficientes, sino que también se debe prestar la atención necesaria a la calidad del paisaje, la preservación del patrimonio histórico y cultural y de la estructura social, la existencia de posibilidades suficientes para el turismo y el esparcimiento, el restablecimiento o la conservación de las condiciones medioambientales y una producción nacional suficiente en materia de alimentación, energía, materias primas y, muy especialmente, recursos hídricos en perfectas condiciones. Las zonas rurales están animadas en amplia medida por el deseo de preservar, o restablecer y ofrecer valores que en las grandes áreas urbanas se han ido perdiendo, por efecto de la urbanización a gran escala, en beneficio de la industrialización. La política relativa al espacio rural no es una política exclusivamente destinada a las zonas periféricas. Tal como el Comisario europeo encargado de la Agricultura y el Desarrollo Rural observó en Cork, «la política relativa al espacio rural afecta a todas la zonas rurales». Teniendo en cuenta la superficie del espacio rural, la densidad demográfica y los numerosos valores a escala nacional y supranacional que deben realizarse en las zonas rurales, el desarrollo del espacio rural debe ser un tema político prioritario. Es necesario eliminar las diferencias psicológicas que existen entre la población de las áreas urbanas y la de las zonas rurales. El espacio rural ofrece en principio un medio ambiente de alto nivel cualitativo que se presta favorablemente a su elección como lugar de residencia y de trabajo dentro de una amplia gama de sectores laborales. La presencia de buenas comunicaciones e innovaciones tecnológicas, como la telemática, favorecen las posibilidades. Se puede llegar a un nuevo equilibrio entre los valores de áreas urbanas y no urbanas.

    En parte, las condiciones que se imponen a la zonas rurales deben convertirse directamente en productos y servicios con un valor económico evidente y una traducción directa en posibilidades concretas para la obtención de ingresos en dichas zonas. En particular, las inversiones privadas pueden contribuir a restablecer el equilibrio económico y activar el desarrollo sobre una base propia.

    En parte se trata, sin embargo, de valores colectivos -por ejemplo, en los sectores de la preservación del paisaje, la protección del patrimonio cultural y la ecología- que no han encontrado todavía una traducción en términos de rendimiento económico, o sólo la tienen de modo limitado. Y, en parte, se persiguen también valores que pueden significar una limitación para el desarrollo económico en el espacio rural. Así, por ejemplo, los terrenos industriales a gran escala son desde el punto de vista agrícola indeseables. Por tanto, en la política relativa al desarrollo rural se deben adoptar medidas para una financiación estructural de todos los objetivos que se consideran importantes para toda la población, dentro de la cual también cuenta la de las grandes áreas urbanas relevantes para el desarrollo rural y las actividades recreativas.

    4. Un problema similar, soluciones disímiles

    4.1. En todos los países europeos, los problemas de las zonas rurales muestran grandes parecidos en cuanto a causas y efectos. Es erróneo, no obstante, suponer a partir de ello que en todas las zonas un paquete semejante de medidas puede ser una solución para dichos problemas, que son cada vez más importantes. Al objeto de que las medidas que deban adoptarse obtengan una eficacia óptima, es preciso prever un margen de acción para una diversificación regional extrema dentro de los marcos de la política nacional y supranacional. Son, por ello, indispensables una influencia regional más acusada en la realización de la política en la propia región y una mayor participación de la base en el marco de un enfoque «de abajo a arriba».

    De conformidad con la Declaración final de la Conferencia de Cork, de 9 de noviembre de 1996, una política en favor del espacio rural debe tener en cuenta los diversos hechos regionales y respetar el principio de subsidiariedad. Debe ser descentralizada en lo posible y basarse en el principio de colaboración y cooperación entre todos los niveles afectados.

    5. Las cualidades del espacio rural

    5.1. Cada zona rural tiene aspectos específicos de mayor o menor entidad, y posibilidades propias de desarrollo. Sobre esta base no es acertado afirmar que en todas las zonas rurales de Europa existen oportunidades idénticas para la producción agraria, para el esparcimiento y el turismo, así como para la preservación de elementos histórico-culturales y valores ecológicos. Factores tales como las condiciones del suelo, la distancia a las grandes áreas urbanas, la evolución histórica, el propio clima sociocultural y el paisaje tienen una gran influencia en las posibilidades. Cada región rural tiene un perfil propio y este propio perfil es el que debe servir de base para los planes de desarrollo de una zona. La política estructural de la UE que se destina a reforzar el potencial económico y la calidad de vida del espacio rural debe propiciar medidas para la agricultura, e igualmente para el sector industrial, la artesanía, el sector de los servicios, la formación profesional y permanente, esparcimiento y turismo, preservación del patrimonio cultural y del medio ambiente. Para ello, la UE debería limitarse a marcar la pauta y dejar en manos de las regiones suficientes posibilidades de organización. La política sectorial a escala europea o nacional no puede ofrecer una solución adecuada sin una integración de medidas a escala regional. La mera incentivación de la agricultura como vector crucial, espacial y económico, no puede ofrecer ya una base suficiente. En determinadas situaciones específicas cabe pensar que las cualidades de una zona y, por tanto, las condiciones de vida -incluida una mejor base económica de apoyo- pueden fomentarse mejor por medio de la reconversión hacia otras actividades agrícolas, como la gestión de los espacios naturales y rurales (en el marco del desarrollo de la denominada «alianza verde»). En una perspectiva de esta índole, pues, se debe disponer también en principio de reglamentaciones que permitan realizar en caso necesario, dentro del marco de un plan de desarrollo, una reestructuración global responsable de empresas desde el punto de vista social.

    5.2. El futuro de las zonas rurales depende de las cualidades integrales de dichas zonas. Las zonas rurales tienen un valor propio, que no sólo es un complemento, sino incluso una compensación por los valores que se han perdido en las zonas industrializadas y en las grandes áreas urbanas. La política de desarrollo rural debe proteger y reforzar -y, en caso necesario, restablecer- los propios valores. Por ello, su alcance debe ser más amplio y abarcar mucho más que la incentivación del sector agrario. Una combinación equilibrada de agricultura, economía, paisaje y esparcimiento al aire libre constituye un enfoque adecuado -también desde el punto de vista de la protección del medio ambiente- para reforzar la economía. La gestión de la naturaleza desde la perspectiva agraria es un ejemplo de ello. Estadísticas recientes muestran que en diversas zonas rurales el sector agrario representa un 25 % de la economía rural y que un 60 % de las personas que trabajan en el sector agrario tiene también, además de los ingresos de la agricultura, ingresos procedentes de otras actividades. Se puede suponer que este ejemplo coincide con el de muchas otras zonas de Europa, aunque la agricultura sigue siendo naturalmente una de las actividades económicas más importantes en las zonas rurales pese a la disminución del número de personas que trabajan directamente en la agricultura. Las cualidades del espacio rural revisten, pues, especial importancia. Son las cualidades integrales de una zona las que pueden ofrecer oportunidades reales a una economía ampliamente diversificada: pueden ofrecer oportunidades a la agricultura, la artesanía, las pequeñas y medianas empresas industriales, el esparcimiento y el turismo, pueden ofrecer oportunidades como zona habitable atractiva y como fuente de valores ecológicos.

    PROYECTO DE MODELO MARCO PARA EL DESARROLLO REGIONAL EN LAS ZONAS RURALES

    6. Situación de partida

    6.1. El punto de partida de un modelo de desarrollo integral para una región debe ser el perfil específico de una zona, describiendo concretamente las características importantes para las cualidades o, en todo caso, las posibilidades de realizar dichas cualidades. Las características y potencialidades de, por ejemplo, regiones forestales, zonas rurales en la proximidad de aglomeraciones urbanas, regiones de montaña y zonas costeras son demasiado diferentes para poder integrarlas dentro de un modelo único.

    El punto de partida es con demasiada frecuencia una descripción de indicadores negativos (baja densidad demográfica, envejecimiento, promedio bajo de ingresos, elevado desempleo) que tienen por resultado a lo sumo una imagen innecesariamente negativa como zona habitable y de residencia, y en raras ocasiones soluciones efectivas. Las zonas rurales tienen indudablemente, frente a zonas muy urbanizadas e industrializadas, características positivas, o potencialmente positivas, tales como la estructura social, el sosiego y el espacio, y un entorno de vida atractivo, sobre las cuales puede basarse el desarrollo y en las que puede crecer una economía conforme con las reglas del mercado. Un modelo de desarrollo regional debe inventariar en primer lugar las posibilidades.

    6.2. Pueden tenerse en cuenta las siguientes:

    - inventario y tipologías de las superficies cultivables y forestales;

    - inventario del patrimonio cultural e histórico;

    - descripción del clima sociocultural, con inclusión de la tradición, que ha conducido o puede conducir a productos regionales típicos;

    - las condiciones climatológicas;

    - la relación con las zonas urbanas (incluida la distancia a ellas);

    - inventario de los valores paisajísticos;

    - inventario de las regiones naturales;

    - presencia de materias primas, entre las cuales particularmente el agua libre de contaminación;

    - el espacio disponible para el desarrollo;

    - la composición de la población;

    - la evolución del empleo;

    - la presencia de posibilidades para las pequeñas empresas industriales y artesanales;

    - descripción de características y grado de desarrollo de las zonas rurales habitables.

    Por otra parte, deberán desarrollarse instrumentos adecuados que permitan una clasificación analítica de las zonas con características específicas dentro de las áreas consideradas rurales.

    7. El contenido de un plan de desarrollo regional

    7.1. Como se ha dicho, un plan de desarrollo regional debe basarse en primer lugar en un análisis de los puntos fuertes de la correspondiente zona. Cada una de las zonas rurales tiene un perfil específico, basado en la presencia de determinados tipos de tierras de cultivo, caracteres del paisaje y zonas ecológicamente valiosas, estructuras urbanas típicamente regionales, la presencia o ausencia de un patrimonio histórico-cultural y, muy en particular, la distancia a las grandes áreas urbanas. A partir de estas propiedades se pueden definir las posibilidades de desarrollo, debiéndose evitar para ello las trampas de los estereotipos tradicionales. Así sucede, por ejemplo, con la imagen tradicional del sector agrario de cultivos a pequeña escala, intensivos y variados, con un elevado valor añadido, en la proximidad de importantes concentraciones de población, mientras que las producciones a gran escala pueden encontrarse más bien en zonas mucho más alejadas. Las posibilidades actuales de almacenamiento y transporte hacen que los factores tradicionales en que se basan tales estereotipos no sean inevitablemente determinantes.

    7.2. Asimismo, una amplia disponibilidad de buenas tierras de cultivo no tiene que traducirse necesariamente en el deseo de aumentar la escala de las explotaciones agrarias. Diversas experiencias enseñan que basta la afluencia de recién llegados con una mentalidad dinámica para producir unos efectos vigorizantes. El éxodo rural es un factor sobre el que regularmente se llama la atención, en parte a causa del aspecto humano. No obstante, dicha afluencia -que por lo general ahora no se da- merece también ser objeto de atención. Debe señalarse también al respecto que en un estudio de la Universidad Agrícola de Wageningen (Países Bajos) se recogen datos dignos de atención sobre lo que se ha denominado «la fuerza oculta de la mujer rural». En dicho estudio se exponía la siguiente conclusión: «allí donde las mujeres consiguen de forma efectiva ejercer un influjo real en el desarrollo de la explotación, de hecho se acaba tomando más la dirección de explotaciones que están menos especializadas o comprenden varios sectores de actividad. Son al mismo tiempo explotaciones a escala algo menos importante, etc.», y también: «al respecto, parece que las mujeres que desempeñan tareas agrícolas son una importante fuerza motriz de lo que actualmente se denomina renovación rural». Las cualidades de las zonas rurales parecen ofrecer también oportunidades para las zonas residenciales. En general, es un hecho conocido que las personas mayores de edad que, procedentes de las grandes áreas urbanas, se asientan en zonas rurales representan en éstas una inyección financiera sustancial. Asimismo, en diferentes lugares se han adquirido experiencias positivas con «nuevas propiedades rurales», es decir, la combinación de construcción de residencias con la explotación de varias hectáreas de terreno, pudiéndose imputar los costes a la construcción de las residencias. Lo esencial es que las diversas características de una zona rural puedan traducirse en una gran variedad de oportunidades de desarrollo dentro del sector agrario y en muchos otros sectores, en especial el de las pequeñas empresas de producción y de servicios. Para poder realizar estas oportunidades, se debe invertir en muchos casos en condiciones correctas. Merecería la pena elaborar ulteriormente un cuadro de conjunto de las características con las que se pueden describir las zonas rurales, así como de las posibilidades de promoción de las cualidades que en principio se pueden deducir de aquellas y de las medidas e instrumentos políticos que pueden conducir a realizar dichas posibilidades. Las experiencias que ya se han adquirido en muchas zonas rurales de Europa ofrecen criterios suficientes para poder elaborar a partir de ellas un cuadro de conjunto que pueda utilizarse al elaborar los planes de desarrollo. El registro de las experiencias y su amplia difusión pueden constituir tareas para la Unión Europea.

    Este perfil específico de la zona debe constituir la base de un plan de desarrollo con el que deberán crearse las posibilidades de incorporar adecuadamente la política sectorial en dicho plan.

    7.3. A tal fin, las características de una zona deberán tener más importancia que las normativas o reglamentaciones en el marco de la política nacional o supranacional. Para ello, los instrumentos de que se disponga a partir de los marcos de política sectorial deberán ser, sobre la base de un buen análisis de la zona, mutuamente intercambiables.

    8. Objetivo

    8.1. Sobre la base de una descripción de la situación de partida se puede elaborar un modelo de desarrollo regional: una política para el desarrollo en forma de estrategia regional, con objeto de frenar el retraso económico, paisajístico, ecológico y sociocultural del espacio rural, reforzar estos valores donde sea posible y, por tanto, mejorar las condiciones de vida. A tal fin, será sin duda necesario en muchos casos modificar el contenido de la política y cambiar los procedimientos administrativos.

    9. Modificación del contenido de la política

    9.1. El desarrollo rural tiene por objetivo fomentar o, en caso necesario, restablecer las cualidades integrales de una zona en beneficio de las condiciones de vida de la propia población y del suministro de productos y servicios (entre los cuales figuran valores paisajísticos, histórico-culturales y ecológicos y posibilidades de esparcimiento) a escala nacional y/o europea. Para poder ofrecer el nivel de calidad que se persigue se necesita una planificación integral, territorialmente limitada, de las condiciones y medidas para el desarrollo económico (en particular, la agricultura, explotación forestal y pesca, las pequeñas y medianas empresas industriales y artesanales y las de servicios); para la gestión del paisaje, medio ambiente y preservación de la naturaleza; infraestructuras para equipamientos (en particular, la educación) y para la preservación del patrimonio histórico-cultural. La planificación deberá tener un acusado carácter de procedimiento por etapas. Conviene hacer participar desde el principio a los ciudadanos, con sus experiencias y expectativas. Una planificación al margen de los ciudadanos centrada en la preparación de objetivos finales prefijados no es efectiva.

    9.2. Dado que con un enfoque por sectores siempre existe el riesgo de que las medidas que pueden surtir un efecto positivo en un determinado sector pueden ser perjudiciales en otros sectores, un desarrollo político integral, territorialmente orientado, ofrece precisamente la posibilidad de interacciones que se refuercen mutuamente.

    10. Modificación del enfoque administrativo

    10.1. El desarrollo rural debe realizarse, como queda dicho, no sobre una base sectorial, sino territorial. Por ello, los órganos administrativos territoriales o, en su caso, regionales deben ser los principales encargados de definir y aplicar las políticas. A partir del nivel regional deben mantenerse contactos con órganos administrativos nacionales o, en su caso, supranacionales para la armonización de la política regional en marcos superiores y la obtención de asistencia financiera destinada al desarrollo de la zona. Una armonización a escala nacional o europea es indispensable. Por una parte, porque a escala nacional y europea debe poder realizarse una política en sectores esenciales. Por otra, porque sin una armonización suprarregional podría originarse una competencia interregional contraproducente. No obstante, dentro de los marcos nacionales y europeos puede existir suficiente margen para una diversificación regional.

    10.2. La política nacional y supranacional tiene a menudo una orientación sectorial. Al nivel regional, los elementos apropiados de este marco superior -flujos de subvenciones y recursos procedentes de los fondos- deberán reunirse hasta formar una base integral para la política específica de la zona.

    10.3. Por otra parte, a partir del nivel regional deberán mantenerse también relaciones con autoridades locales, asociaciones y organizaciones para el desarrollo y la aplicación de la política. Una superficie de apoyo suficientemente amplia y con suficiente asistencia procedente de la base es indispensable, en efecto, para la viabilidad y aplicabilidad de un modelo de desarrollo. El desarrollo endógeno es una condición absoluta para un resultado duradero. El órgano administrativo desempeña la función de dirección, pero no puede desempeñar todas las funciones al mismo tiempo. Esto rige también para la financiación: en cada desarrollo se necesitan también inversiones privadas para garantizar una base económica sana.

    10.4. El modelo administrativo de desarrollo centrado específicamente en una zona puede describirse como un modelo de reloj de arena: a partir de la diversidad de políticas nacionales y supranacionales y de la diversidad de instrumentos políticos procedentes de ellas se hace a escala regional una elección responsable y específica en beneficio del plan de desarrollo regional. A continuación, a partir de este plan de desarrollo regional se reintroduce un abanico de actividades y medidas proyectadas sobre toda la región.

    10.5. En la medida en que (aún) no es posible hablar de fondos integrados al nivel europeo y/o nacional para el desarrollo del espacio rural, en la asignación de los fondos disponibles debe hablarse también de un modelo de reloj de arena con una fuerte integración al nivel regional. Merece la pena reflexionar sobre la conveniencia de proceder a una integración de los fondos a un nivel más elevado.

    11. Cabe hacer las recomendaciones principales siguientes:

    11.1. Las zonas rurales deben preservar o crear -no sólo en beneficio de los propios habitantes sino, en interés público general y, por tanto, también en el marco de la política nacional y europea- una serie de valores (paisaje, cultura y naturaleza) que no hayan encontrado (aún) una traducción en magnitudes económicas (por ejemplo, valor de la preservación del paisaje cultural). En este sentido, es importante crear ingresos alternativos y combinaciones de rentas para el sector agrícola, con objeto de seguir preservando la gestión del paisaje cultural.

    11.2. Las zonas rurales de Europa tienen problemas comparables, pero para cada una de ellas se debe buscar una solución propia en función de sus particularidades intrínsecas. La acción política deberá dirigirse a todas las zonas rurales. Al nivel regional se necesita una integración de política y medidas, para lo cual a este nivel se debe poder elegir entre las posibilidades que ofrece la política europea y la nacional. Además de una política específica para el desarrollo del espacio rural, reviste como mínimo la misma importancia poder definir al nivel regional la justa combinación y aplicación de política sectorial al nivel europeo y nacional. La integración a escala regional ofrece también mejores oportunidades para que todos los «actores» presentes en una zona participen en la política de desarrollo. Un enfoque de abajo a arriba es esencial para un resultado positivo. Se debe reforzar la responsabilidad propia de las regiones con arreglo al principio de subsidiariedad, para que la intervención de los fondos tenga mayor proximidad al ciudadano, eficacia y transparencia. Una política de desarrollo rural debe adoptar un enfoque multisectorial y abarcar el espacio rural como totalidad. Para cada región se debería prever un programa rural. El mejor modo de lograr un desarrollo rural sostenible e integrado es la creación de un Fondo para el espacio rural. La ayuda financiera de la UE debe concentrarse en zonas especialmente necesitadas.

    11.3. La política europea y la política nacional conducen a menudo, en función de los sectores, a reglamentaciones a corto plazo, o incluso únicas, por medio de las cuales se estimula en los sectores correspondientes al logro de objetivos, o con las que se reacciona a situaciones ya superadas. Para un proceso de desarrollo responsable e integral es necesario estabilizar, en función de las zonas de desarrollo, todos los recursos disponibles para un desarrollo integral sostenible. Las contribuciones puntuales son apenas recomendables en un modelo de desarrollo integral y apenas conducen a mejoras estructurales.

    11.4. En lo que se refiere a los países candidatos a la adhesión a la Unión Europea, se pueden buscar vías que permitan aplicar inicialmente dentro de dichos países la política común europea, sobre todo la de las regiones para las que ya se ha elaborado un plan integral de desarrollo. De este modo se podrán reducir a proporciones viables y efectivas los complejos problemas de la adhesión de estos países, en lugar de intentar hacerlo dentro del marco de la política general sectorial a escala europea.

    Bruselas, el 16 de enero de 1997.

    El Presidente del Comité de las Regiones

    Pasqual MARAGALL i MIRA

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