52009DC0527

Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo, al Comité de las Regiones y al Banco Central Europeo - Declaración anual sobre la zona euro - 2009 {SEC(2009) 1313} /* COM/2009/0527 final */


[pic] | COMISIÓN DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS |

Bruselas, 7.10.2009

COM(2009) 527 final

COMUNICACIÓN DE LA COMISIÓN AL PARLAMENTO EUROPEO, AL CONSEJO, AL COMITÉ ECONÓMICO Y SOCIAL EUROPEO, AL COMITÉ DE LAS REGIONES Y AL BANCO CENTRAL EUROPEO

Declaración anual sobre la zona euro - 2009

{SEC(2009) 1313}

1. La economía de la zona euro en 2009

Tras las convulsiones provocadas por la peor crisis que se haya conocido desde los años treinta, comienzan a vislumbrarse señales de estabilización. Las importantes intervenciones de los responsables políticos en todo el mundo han logrado cierto grado de estabilidad del sistema financiero. Las condiciones financieras han mejorado a lo largo del verano y diversos indicadores financieros han vuelto a situarse en los niveles anteriores a la crisis. También los indicadores de confianza de las empresas y los consumidores han evolucionado positivamente en los últimos meses. El comercio mundial se ha estabilizado y hay indicios de que el ciclo de reducción de existencias está tocando fondo. La relativa resistencia del consumo ha demostrado ser un factor estabilizador durante la recesión, ya que la desinflación y las medidas de apoyo de los paquetes de estímulo presupuestario han sostenido la renta de los hogares.

Con arreglo a las últimas previsiones intermedias publicadas por los servicios de la Comisión en septiembre de 2009, el crecimiento en la zona euro descenderá un 4 % en 2009, cifra que no varía con respecto a las previsiones de la primavera de 2009. La contracción mayor de lo esperado de la actividad durante el primer trimestre se vio compensada por una estabilización más rápida de lo previsto en el segundo, especialmente en Alemania y Francia.

Sin embargo, aún debe confirmarse plenamente la solidez y resistencia de la recuperación. Aunque los coeficientes de solvencia de los bancos están mejorando, gracias a una política monetaria de sesgo flexible y a las medidas de rescate, la estabilización de los mercados financieros debe aún incidir de forma concreta en la distribución de créditos a la economía, que ha registrado una marcada desaceleración en el primer semestre de 2009. El deterioro de las perspectivas de empleo es otra fuente de incertidumbre e inquietud. Del lado positivo, no debe subestimarse el considerable estímulo derivado de las medidas adoptadas que aún está por materializarse. Globalmente, el carácter duradero de la recuperación aún debe confirmarse.

El euro ha sido durante la crisis un valioso escudo. El euro ha protegido eficazmente a la zona en la que tiene curso de las turbulencias de los tipos de cambio y de interés, que tan perjudiciales habían demostrado ser en el pasado para los Estados miembros en momentos de tensión de los mercados financieros. Asimismo, ha desempeñado un papel importante como punto de anclaje de unas políticas macroeconómicas sólidas en el caso de los Estados miembros que persiguen activamente la adopción del euro, o cuya moneda está vinculada a éste. Por último, la capacidad de la zona euro para coordinarse rápidamente con otros bancos centrales ha contribuido a la estabilidad de todo el sistema monetario internacional.

La crisis financiera ha incrementado el interés del euro para los Estados miembros que no pertenecen a la zona. En particular, han quedado patentes dos ventajas potenciales de pertenecer a la zona euro: en primer lugar, se elimina el riesgo de fluctuaciones bruscas y perturbadoras de los tipos de cambio; y, en segundo lugar, permite a las entidades nacionales obtener liquidez del Banco Central Europeo. Al mismo tiempo, sin embargo, la crisis ha demostrado que el euro no resuelve todos los problemas económicos, en particular, los ligados a los desequilibrios internos y externos, según ha puesto de manifiesto el hecho de que algunos de los países de la zona euro con desequilibrios se hayan visto duramente golpeados. Esta experiencia viene a refrendar los argumentos que abogan por la consecución de un elevado nivel de convergencia sostenible previamente a la adopción del euro, tal como lo exige el Tratado. Los países candidatos a la introducción del euro deberían preparar sus respectivas economías para ello mediante políticas destinadas a reforzar la disciplina presupuestaria, prevenir los desequilibrios macrofinancieros y favorecer la productividad, la competitividad y, en última instancia, su capacidad de ajuste dentro de la UEM.

Ahora bien, la crisis amplifica algunos desafíos dentro de la zona euro. La crisis está lastrando la sostenibilidad de las finanzas públicas y el crecimiento potencial. Además, si bien el ajuste inducido por la crisis está contribuyendo a reducir algunos desequilibrios en la zona euro, existe el riesgo de que se agraven nuevamente las divergencias de competitividad si no se coordinan adecuadamente las políticas aplicadas.

Como consecuencia del marcado descenso de los ingresos, de las medidas de estímulo presupuestario adoptadas de conformidad con el Plan Europeo de Recuperación Económica (PERE) y del funcionamiento de los estabilizadores automáticos, los saldos públicos se han deteriorado drásticamente. Merced a la aplicación de políticas eficaces desde el otoño de 2008, coordinadas en el marco del PERE, se ha evitado un colapso financiero y una pérdida generalizada de confianza. La política presupuestaria se ha orientado, con resultados satisfactorios, hacia la tarea imprescindible y urgente de sacar a la economía de la recesión. Aunque las medidas discrecionales de estímulo presupuestario y el libre funcionamiento de los estabilizadores automáticos han actuado como red de seguridad para la actividad económica y contribuido a las recientes señales de mejoría, también han provocado un deterioro sustancial de las cuentas públicas. El aumento de los déficits presupuestarios y el crecimiento reducido o negativo, así como las ayudas que están siendo concedidas al sector bancario, redundan en unos niveles de deuda pública considerablemente más elevados. Se prevé ahora que el déficit presupuestario medio de la zona euro se incrementará del 2 % del PIB en 2008 a más del 5 % del PIB en 2009. Según los planes y proyecciones actuales, el déficit de la zona euro seguirá aumentando hasta alcanzar el 6,5 % del PIB en 2010, al tiempo que la deuda pública podría llegar ese año al 84 % del PIB, lo que supone 18 puntos porcentuales más que en 2007. En 2009, y con la posible excepción de Chipre y Luxemburgo, casi todos los Estados miembros de la zona euro presentarán déficits superiores al umbral del 3 % del PIB y algunos de ellos rebasarán este valor de referencia con un amplio margen. En el primer semestre de 2009, y a iniciativa de la Comisión, el Consejo inició procedimientos de déficit excesivo en relación con Grecia, Irlanda, Francia, Malta y España, por haber rebasado el valor de referencia en 2008 (2007 en el caso de Grecia)[1]. La Comisión propone hoy que el Consejo inicie procedimientos de déficit excesivo con respecto a los países que, previsiblemente, superarán el valor de referencia en 2009. La aplicación flexible de dicho procedimiento en virtud del Pacto ofrece a los Estados miembros un apoyo y una orientación importantes en estas difíciles circunstancias. Así, las sendas de saneamiento presupuestario recomendadas al amparo de los procedimientos de déficit excesivo han sido establecidas fundamentalmente desde una perspectiva a medio plazo y, dependiendo de las circunstancias de cada país, se indican plazos más largos para la corrección de los déficits excesivos.

La crisis puede intensificar la presión bajista sobre el crecimiento tendencial. La Comisión había ya previsto que el crecimiento potencial del PIB en la zona euro disminuiría a largo plazo debido al envejecimiento de la población. Es posible que diversos factores ligados a la crisis amplifiquen este fenómeno. En primer lugar, el desempleo, caso de prolongarse, llevaría a una pérdida duradera, y quizá permanente, de valiosas cualificaciones. En segundo lugar, las existencias de equipos e infraestructuras se reducirán y podrían quedar obsoletas, como consecuencia de una menor inversión y de los cambios sectoriales. En tercer lugar, es muy posible que la innovación se vea dificultada, dado que los gastos en investigación y desarrollo suelen figurar entre los primeros que recortan las empresas en tiempos de recesión. La subida de las primas de riesgo podría encarecer la financiación de la I+D en el futuro. Se prevé que la reducción del crecimiento potencial será más acentuada en los países que atraviesan una grave recesión.

La reducción de las divergencias en la zona euro inmediatamente después de la crisis será beneficiosa. A raíz de la crisis financiera, el crecimiento se hundió en picado en todos los países de la zona euro, si bien en distinto grado. Las previsiones intermedias de los servicios de la Comisión muestran que las trayectorias de crecimiento comienzan a divergir dentro de la zona euro. Así, por ejemplo, el crecimiento en 2009 se ha revisado al alza en el caso de Alemania y Francia, en tanto que Italia y España han registrado correcciones a la baja. En lo que respecta a las divergencias en las balanzas por cuenta corriente, es probable que el ajuste en curso del mercado de la vivienda y su impacto sobre la demanda interna contribuyan en cierta medida a reducir las disparidades, lo que representará un paso satisfactorio hacia patrones de crecimiento más equilibrados. No obstante, la convergencia es moderada y no es homogénea entre los Estados miembros de la zona euro.

2. Los desequilibrios acumulados aumentaron la vulnerabilidad de algunos Estados de la zona euro ante la crisis

La crisis ha puesto al descubierto algunos desequilibrios ya existentes. A nivel mundial, la velocidad y la intensidad del contagio a partir de la quiebra de Lehman Brothers fueron sorprendentes. El descenso de la demanda y del PIB en algunos Estados miembros de la zona euro ha sido igual de grave que en otras economías, potencialmente más expuestas. Si bien el carácter mundial e interconectado del sistema bancario y financiero explica en gran parte el contagio, las dificultades experimentadas por algunos Estados miembros han puesto de manifiesto una serie de vulnerabilidades dentro de la propia zona euro.

Los desequilibrios acumulados en la zona euro expusieron más a unas economías que a otras a las turbulencias. La clemencia de las condiciones macroeconómicas, caracterizadas por un fuerte crecimiento macroeconómico, bajas tasas de inflación, tipos de interés muy reducidos y una escasa volatilidad de los mercados financieros, llevó a los agentes económicos a subestimar gravemente algunos de los riesgos inherentes al sistema financiero a escala internacional y facilitó la expansión del crédito en todo el mundo. En ciertos Estados miembros de la zona euro, ese mismo entorno económico favorable posibilitó también la financiación de un crecimiento rápido a costa de la acumulación de amplios déficits por cuenta corriente (principalmente en Grecia, España, Portugal y Chipre, pero también en Irlanda, Malta, Eslovenia y Eslovaquia), en tanto que otros Estados miembros registraban superávits por cuenta corriente en constante aumento (Alemania, Luxemburgo, Austria, Países Bajos y Finlandia). Dentro de la zona euro, la dispersión de las balanzas por cuenta corriente entre los dos grupos mencionados había aumentado de manera constante desde la segunda mitad de la década de los noventa, alcanzando un máximo histórico justo antes de la crisis. De una situación de equilibrio en 1999, los superávits pasaron a acumularse de manera continua hasta alcanzar el 7,7 % del PIB en 2007, al tiempo que los déficits agregados aumentaban del 3,5 % del PIB en 1999 al 9,7 % en 2007.

En los países deficitarios, la tendencia divergente reflejaba la acumulación de desequilibrios internos. Estos se materializaron a través de excesivas presiones de la demanda interna, una escalada de los precios inmobiliarios y un sector de la construcción desmedido. Esta situación se hizo patente, en particular, en Irlanda, España y Grecia, que registraron sistemáticamente mayores tasas de crecimiento e inflación que el resto de la zona euro durante la década. Un déficit por cuenta corriente elevado –y las entradas de capital extranjero que lleva aparejadas– está justificado en una situación de aproximación a las demás economías, ya que permite a una economía incrementar su stock de capital y preparar el terreno para un crecimiento a medio plazo sostenible. Ahora bien, en los países deficitarios, el capital no siempre se ha destinado a sus usos más productivos. Como consecuencia de ello, una parte significativa de la población activa se vio atraída por sectores muy cíclicos, como es el caso de la construcción, que requiere ahora un ajuste sustancial.

A la inversa, los países con superávit sacaron provecho de sus tradicionales puntos fuertes, con un modelo de crecimiento centrado en su ya competitivo sector de exportación. En estos países, el motor de la demanda interna nunca llegó realmente a tomar el relevo del de las exportaciones. El impacto de la crisis reveló la vulnerabilidad de este modelo de crecimiento a las fluctuaciones de la demanda mundial, con consecuencias para el crecimiento de la zona euro en su conjunto.

Otra fuente de desequilibrios radica en el rápido crecimiento del sector financiero. Irlanda constituye un caso de manual, dado que la proporción del sector financiero en el valor añadido total representaba un 10,6 % en 2007, frente a una media de apenas un 5 % en la zona euro. A raíz de la crisis, el enorme volumen de activos tóxicos debilitó al sector bancario y puso a los poderes públicos, en su calidad de prestamistas de último recurso, bajo presión.

Estos desequilibrios explican por qué la crisis ha golpeado a algunos Estados miembros más duramente que a otros. Como el elevado volumen de pasivos exteriores incrementaba su exposición a las turbulencias financieras, los países deficitarios se vieron afectados al reducirse la propensión al riesgo de los mercados financieros. El ajuste de unos sectores de la construcción desmedidos ha lastrado también considerablemente el crecimiento y el empleo desde el comienzo mismo de la crisis. Paralelamente, los países excedentarios sufrieron casi de inmediato el impacto provocado por el descenso de la demanda mundial y vieron el crecimiento caer drásticamente. Los países con un sector bancario más amplio corren el riesgo de tener que asumir considerables obligaciones presupuestarias. Globalmente, los Estados miembros que seguían modelos de crecimiento desequilibrados han sufrido una contracción económica particularmente severa.

El impacto de la crisis demuestra la necesidad de tomar medidas. Pese a que los mencionados desequilibrios y los riesgos asociados a los mismos se conocían ya desde hacía varios años, su resolución ha quedado largo tiempo en suspenso, ya que los responsables políticos de los Estados miembros los ignoraron ampliamente mientras la coyuntura económica fue favorable. Esos desequilibrios no deben ignorarse por más tiempo.

3. Una obra inacabada mermó también la capacidad de la zona euro para hacer frente a la crisis

La mayor integración financiera de la zona euro no estuvo unida a un reforzamiento paralelo de los dispositivos de supervisión. Las disposiciones de supervisión vigentes no lograron promover una cultura común de supervisión, aprehender las conexiones sistémicas entre los mercados financieros y la economía real, y ofrecer un marco sólido que hiciera posible una respuesta rápida y coordinada cuando se inició la crisis. Las reacciones iniciales fueron inconexas y obedecían en gran parte a consideraciones nacionales. Por ejemplo, las iniciativas en relación con los sistemas de garantía de depósitos y la desconsolidación de emergencia de una importante entidad financiera transfronteriza atestiguan la falta de procedimientos viables para la gestión de la crisis. La primera cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Eurogrupo, que se celebró en Paris en octubre de 2008, ayudó a catalizar la reacción de la UE.

La Comisión ha tomado medidas efectivas para colmar esa laguna. Así, definió un marco común para la aplicación de los planes nacionales de rescate de entidades bancarias de forma compatible con las normas sobre ayudas estatales, que disfrutó igualmente del apoyo del BCE. Con posterioridad, y a raíz de las conclusiones del Grupo De Larosière, la Comisión ha presentado propuestas legislativas formales de cara a una nueva arquitectura europea de supervisión financiera. Las propuestas pretenden reforzar la supervisión prudencial tanto de las entidades financieras individuales, como del sistema financiero en su conjunto. Paralelamente, la UE desempeña un papel protagonista en la reforma reglamentaria de los mercados financieros, contribuyendo a dar forma a las iniciativas y los compromisos del G-20.

Aunque la hacienda pública estaba prácticamente en orden cuando se produjo la crisis, algunos Estados miembros disponían de un escaso margen para reaccionar ante ella. Tras varios años de un proceso de saneamiento presupuestario globalmente satisfactorio, de conformidad con las recomendaciones del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, la mayoría de los Estados miembros de la zona euro se encontraban en una situación mucho más adecuada para capear la crisis de lo que lo estaban con anterioridad. Sin embargo, y pese a la coyuntura económica favorable, el saneamiento presupuestario en algunos países de la zona euro era una obra inacabada. Grecia, Italia y Bélgica seguían registrando elevados niveles de deuda pública, y el saneamiento presupuestario era lento e indeciso en Francia, Grecia y Portugal. En otros países, las finanzas públicas habían pasado a depender de los ingresos presupuestarios derivados del sector financiero o del boom inmobiliario, los cuales, al desplomarse, deterioraron aún más las finanzas públicas y redujeron seriamente el margen presupuestario disponible para contrarrestar los efectos de la crisis. En consecuencia, varios Estados miembros se vieron obligados a limitar o suspender su contribución a las medidas conjuntas de estímulo presupuestario previstas en el Plan Europeo de Recuperación Económica. De haberse finalizado el saneamiento, la respuesta presupuestaria de la zona euro podría haber sido aún más decisiva.

Globalmente, los gobiernos de la zona euro contribuyeron cabalmente al esfuerzo general concertado para sostener la demanda dentro del marco de coordinación, a escala de la UE, del Plan Europeo de Recuperación Económica. Así, han desplegado un amplio abanico de medidas importantes de política presupuestaria y estructural. El apoyo presupuestario global representa en torno al 4,6 % del PIB de la zona euro (en torno al 5 % si se considera la UE en su conjunto); incluye el efecto de los estabilizadores automáticos y el estímulo presupuestario discrecional agregado de los Estados miembros en 2009 y 2010, del orden del 1,8 % del PIB de la zona euro. De las 590 medidas nacionales comunicadas por los Estados miembros de la zona euro, el 22 % está orientado a impulsar el poder adquisitivo de los hogares, en particular entre la población más vulnerable; el 25 % respalda la inversión; el 32 % prevé un apoyo sectorial o empresarial; y el 21 % está destinado a mejorar el funcionamiento de los mercados de trabajo. De acuerdo con la evaluación de la Comisión de junio de 2009, en su mayor parte las medidas son oportunas y están bien enfocadas, en consonancia con los principios enunciados en el Plan Europeo de Recuperación Económica. Con todo, la incertidumbre en cuanto al carácter reversible de algunas de las medidas es un motivo de inquietud, ya que merma la eficacia de las políticas expansionistas.

El efecto agregado de las medidas de política económica de la zona euro ante la crisis podría haber sido más rápido y quizá más intenso, de haber sido la coordinación más temprana y general. Aunque la coordinación es importante para la UE en su conjunto, lo es particularmente para los Estados miembros de la zona euro, habida cuenta de su estrecha interconexión económica y financiera y del hecho de que comparten una moneda común y una política monetaria única. Globalmente, el mecanismo establecido para la coordinación de las políticas dentro de la zona euro no funcionó satisfactoriamente durante la crisis. A la luz de esta constatación, el Eurogrupo se comprometió a mejorar la coordinación de la aplicación de las medidas nacionales de recuperación, a fin de evitar efectos indirectos negativos no deseados y de implementar plenamente el marco de supervisión definido por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. En estos tiempos de prueba, la zona euro debe más que nunca situarse a la vanguardia.

4. Vías de futuro: garantizar un ajuste interno eficiente y un crecimiento sostenible en un entorno difícil

La crisis ha demostrado claramente la urgencia de que los Estados miembros de la zona euro lleven adelante con rapidez el programa de reforma de UEM@10, esto es, de ampliar la supervisión macroeconómica y profundizar en ella. Una UEM que funcione correctamente es una baza importante para el conjunto de la UE. En su Comunicación sobre la UEM@10[2] de mayo de 2008, la Comisión proponía un programa de actuación basado en tres pilares para mejorar el funcionamiento de la UEM ante un entorno mundial en rápida evolución, el envejecimiento de la población y la creciente inquietud en torno a los recursos energéticos y el cambio climático. El programa de actuación interno apuntaba a una ampliación de la supervisión macroeconómica en la UEM más allá de la política presupuestaria, a fin de incluir en su ámbito de cobertura los aspectos relacionados con la estabilidad macrofinanciera y las tendencias de competitividad, de acuerdo con lo definido en el contexto de la Estrategia de Lisboa para el Crecimiento y el Empleo, así como a una mayor integración de la reforma estructural en la coordinación global de las políticas económicas dentro de la UEM. Asimismo, preconizaba una coordinación más profunda de las políticas presupuestarias y una mayor supervisión. El programa de actuación externo de UEM@10 tendía a conferir a la zona euro un papel más importante en la gobernanza económica internacional. La crisis puso de manifiesto la necesidad de acometer con determinación este programa de reforma.

Se necesita con urgencia una supervisión macroeconómica más amplia para impulsar una actuación coordinada en respuesta al desafío de la competitividad. Es preciso adoptar medidas sin demora y con firmeza, ya que las divergencias estructurales podrían socavar la cohesión de la zona euro. Pese a las reiteradas advertencias, no se tomaron medidas para corregir los desequilibrios dentro de la zona euro cuando la coyuntura económica era favorable. Ahora, la crisis está imponiendo un ajuste de las balanzas por cuenta corriente a las bravas, a través de la caída de la demanda interna y de una subida pronunciada del desempleo. Éste es el caso en particular, aunque no exclusivamente, de los países con déficit, como España e Irlanda. Por otra parte, reequilibrar las tendencias de competitividad podría llevar más tiempo a la luz de los siguientes factores: i) la dimensión mundial de la crisis, que dificulta una estrategia impulsada por las exportaciones; ii) el descenso del crecimiento potencial, que limita el margen disponible para reequilibrar las divergencias de costes y salarios acumuladas; iii) el hecho de que, a medida que la recuperación sea más firme, los países con un escaso crecimiento podrían verse enfrentados a tipos de interés reales más altos que el resto de la zona euro. Con el propósito de ampliar la supervisión macroeconómica, el Eurogrupo acordó en 2008 examinar periódicamente las tendencias de competitividad dentro de la zona euro y alentar a los Estados miembros a tomar medidas de ajuste. Combatir las causas subyacentes de una evolución perniciosa de la competitividad en la zona euro es una tarea de interés común y debe formar parte integrante de la estrategia de la zona para salir de la crisis.

Al ampliar la supervisión, se debe atender también debidamente a la evolución de los mercados financieros. El exceso de endeudamiento en el sector privado dio lugar a una evolución económica insostenible. Esos desequilibrios financieros deben detectarse y atajarse desde una fase temprana. En la Comunicación sobre la UEM@10 se resaltaba que «aunque la integración de los mercados, especialmente en el ámbito de los servicios financieros, es beneficiosa para la UEM de forma global [...] también puede, caso de no estar acompañada de las políticas adecuadas, ampliar las divergencias existentes entre los países participantes». La crisis demuestra la rapidez con la que las perturbaciones financieras pueden repercutir en la economía real y la fortaleza de los bucles de retroalimentación. Además de hacer extensiva la supervisión macroeconómica a la evolución de la competitividad dentro de la zona, parece esencial detectar en una etapa precoz los incrementos de gran magnitud del precio de los activos, a fin de evitar costosas correcciones de los desequilibrios presupuestarios y externos con posterioridad.

Conviene profundizar en la supervisión para garantizar finanzas públicas sostenibles. Tras la crisis, el reducido crecimiento, unido a la aceleración de la deuda, podría poner las finanzas públicas en una situación precaria, en el preciso momento en que comienza a apreciarse el impacto del envejecimiento demográfico. De mantenerse la misma política, se prevé que la deuda pública en la zona euro llegue a representar el 100 % del PIB en 2014. En el marco de una coordinación presupuestaria más intensa en la zona euro, es necesario un firme compromiso en pro de una estrategia presupuestaria que pueda equilibrar adecuadamente las consideraciones de estabilización y de sostenibilidad, en consonancia con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Con vistas a garantizar la coherencia de las políticas presupuestarias en la zona euro, los ministros de finanzas de la misma acordaron en junio de 2009 los términos para la formulación de orientaciones de cara a la elaboración de los presupuestos públicos para 2010 (revisión presupuestaria a medio plazo). Concretamente, convinieron en que, en cuanto la recuperación se arraigara y disminuyeran más los riesgos de recaída de la economía, las políticas presupuestarias debían poner el énfasis en el saneamiento. Asimismo, coincidieron en la conveniencia de que el ritmo del saneamiento presupuestario fuese diferente en función de los países, atendiendo, no solo al ritmo de la recuperación, a las situaciones presupuestarias y a los niveles de deuda, sino también al coste previsto del envejecimiento demográfico, a los desequilibrios externos y a los riesgos del sector financiero.

El saneamiento mejorará también, en principio, la calidad de las finanzas públicas y contendrá el aumento de la deuda, al tiempo que contribuirá al crecimiento a largo plazo, al sanear el gasto no productivo y reforzar los incentivos para incrementar la capacidad productiva de la economía. Además, es preciso endurecer los marcos presupuestarios nacionales y hacerlos más propicios a un saneamiento eficaz en coyunturas favorables. Globalmente, una enseñanza que cabe extraer de la crisis es que, a efectos de la supervisión macroeconómica, una de las piedras angulares en la definición de las estrategias económicas ha de ser la sostenibilidad.

Debe favorecerse la coordinación entre políticas y entre Estados miembros para hacer posibles estrategias sensatas de salida de la crisis. Contar con estrategias de salida de la crisis creíbles y bien coordinadas es particularmente importante para la zona euro, a fin de garantizar un crecimiento sostenible y de evitar que las trayectorias del crecimiento potencial diverjan cuando la economía recobre fuerzas. La coordinación debe consistir esencialmente en ponerse de acuerdo sobre el calendario, el ritmo y la secuenciación adecuados para la normalización de las políticas aplicadas. La retirada definitiva de las medidas de estímulo presupuestario y apoyo a las empresas, junto con la presentación de planes creíbles de saneamiento presupuestario y reforma estructural, mejoraría las perspectivas de estabilidad de los precios y, por tanto, facilitaría la aplicación de la política monetaria. Es esencial que las medidas de restablecimiento del sector financiero progresen con rapidez, a fin de garantizar que el sistema bancario no actúe como rémora sobre la recuperación y el objetivo de estabilidad de precios de la política monetaria no entre en conflicto con el de estabilidad financiera. En las estrategias nacionales de salida de la crisis deberán integrarse medidas diferenciadas con vistas a lograr el mejor resultado global posible. Conforme a las recomendaciones del Consejo a la zona euro en el contexto de la Estrategia de Lisboa, es imprescindible progresar en la aplicación de las reformas que favorecen el crecimiento potencial y facilitan el proceso de ajuste frente a las perturbaciones.

Enseñanzas en materia de gobernanza. La crisis ha puesto de relieve la necesidad de reforzar el marco de supervisión y gobernanza de la zona euro. En su Comunicación sobre la UEM@10, la Comisión subrayaba ya la necesidad de que los Estados miembros de la zona euro mostrasen una voluntad y un liderazgo políticos más claros para convertir los planteamientos comunes en actuaciones concertadas, abogando por un verdadero reconocimiento del Eurogrupo, por parte de los Estados miembros, como órgano estratégico para mantener debates francos y actuar con determinación. El Tratado de Lisboa ofrece las bases necesarias para seguir mejorando la gobernanza económica de la zona euro. Un nuevo protocolo anejo al Tratado de Lisboa reconoce formalmente el Eurogrupo y su Presidente, poniendo con ello de manifiesto la necesidad de desarrollar una coordinación cada vez más estrecha de las políticas económicas dentro de la zona euro. Asimismo, el Tratado de Lisboa refuerza el papel de la Comisión en la supervisión del funcionamiento de la UEM.

Unida, la zona euro puede influir en la agenda mundial. La emergencia del G-20 como foro de predilección para promover la reforma de la gobernanza económica y financiera mundial refuerza la posición de la zona euro. Tras la crisis, la economía mundial se enfrenta al duro desafío de gestionar la transición a un patrón de crecimiento más equilibrado y sostenible en las principales economías de todo el mundo. A tal fin, se justifica la atribución de mayor peso a la supervisión mundial, bajo los auspicios del FMI. En este contexto, la zona euro debe considerarse una única entidad económica, que irá adquiriendo cada vez mayor importancia a medida que se adhieran nuevos miembros. Para que la zona euro pueda hacer oír su voz a nivel mundial, debe afianzarse la representación externa de la UE, particularmente dentro del FMI. Éste es el momento oportuno para hacerlo, mientras los debates sobre la reforma de las cuotas y de la representación van cobrando impulso. Éste es el motivo por el cual la postura expresada por la Comisión hace un año en la Comunicación sobre la UEM@10 es hoy más pertinente que nunca.

[1] Todos los documentos pertinentes en lo que respecta al procedimiento de déficit excesivo pueden encontrarse en la siguiente dirección: http://ec.europa.eu/economy_finance/netstartsearch/pdfsearch/pdf.cfm?mode=_m2

[2] «UEM@10: Logros y retos tras los diez primeros años de Unión Económica y Monetaria», Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo, al Comité de las Regiones y al Banco Central Europeo, COM(2008) 238.