Los valores europeos en la era de la globalización

En la presente Comunicación, la Comisión Europea aborda la cuestión de la modernización de los sistemas sociales europeos en un contexto globalizado. Define las medidas que se deberán tomar, tanto a nivel europeo como a nivel nacional, con el fin de responder a los nuevos desafíos y contribuir a las prioridades europeas en materia de crecimiento y de empleo. Dichas medidas afectan principalmente a la realización del mercado interior, en particular en el ámbito de la energía, así como a la aplicación de reformas a nivel nacional en materia de empleo, de pensiones y de sanidad.

ACTO

Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, de 20 de octubre de 2005, «Los valores europeos en un mundo globalizado. Contribución de la Comisión a la reunión de los Jefes de Estado y de Gobierno» [COM (2005) 525 final - no publicada en el Diario Oficial].

SÍNTESIS

Europa ha conocido históricamente un nivel elevado de prosperidad, de cohesión social, de protección del medio ambiente y de calidad de vida basada en los valores comunes de solidaridad y de justicia. Sin embargo, hoy en día, la marginación es una realidad europea: la tasa de paro sigue siendo elevada (19 millones de parados en el conjunto de la UE), el crecimiento es lento, la pobreza infantil y las desigualdades aumentan.

En consecuencia, si Europa no consigue abordar los nuevos desafíos constituidos por las nuevas tecnologías, la movilidad, el envejecimiento de la población y la competencia mundial, corre el riesgo de ver emerger de manera permanente una dualidad socioeconómica a la vez inclusiva y excluyente, lo cual también acentuaría aún más el desfase entre Europa y el resto del mundo.

De ahí surge la necesidad de modernizar y de reformar los sistemas sociales, necesidad simbolizada principalmente por el proceso de reforma iniciado en Lisboa en marzo de 2000.

La «unidad en la diversidad», realidad de los modelos sociales europeos

Los Estados miembros de la UE han desarrollado sus propios modelos socioeconómicos, que reflejan su historia y las elecciones de sus pueblos. Cada una de estas concepciones nacionales se sostiene por características de dimensión europea:

No obstante, más allá de estos puntos de convergencia, la Comisión subraya la importancia de las desigualdades en la UE. Por ejemplo, Lituania, Letonia e Irlanda dedican entre el 14 y el 15 % de su PIB a la protección social, mientras que Francia y Suecia invierten el 30 %. Además, el nivel de las pensiones públicas puede variar hasta el doble de un país a otro. En efecto, representa entre el 31 y el 37 % de los ingresos medios en Irlanda, el Reino Unido y Bélgica, mientras que se eleva a más del 70 % en Austria, Finlandia, Hungría, Italia, Luxemburgo, Portugal y España. Parece, por tanto, que ningún país ha encontrado aún todas las respuestas, y esto a pesar de una relativa convergencia de enfoques.

Observaciones y retos: culminar la transformación

En la actualidad, la realidad social en Europa plantea varios retos: el desempleo, la globalización y el envejecimiento de la población.

El principal reto del ámbito social es sin duda el desempleo persistente en la UE, que afecta a 19 millones de personas, entre las que destacan los jóvenes, las mujeres, los inmigrantes y los trabajadores de edad avanzada (entre cincuenta y cinco y sesenta y cuatro años).

Además, las deficiencias del sistema educativo, de la investigación, de la innovación y de la productividad lastran el mercado laboral y frenan los resultados económicos de algunos Estados miembros. Los obstáculos a la incorporación al mercado laboral y a la salida de éste son demasiado importantes. Por último, el desfase entre ricos y pobres es considerable en la Unión Europea, tanto en los propios Estados miembros como entre unos y otros, y continúa ampliándose.

Hoy en día la globalización ya no es una elección, sino una realidad. La aparición de nuevos gigantes económicos como China y la India, pone a prueba, ahora más que nunca, a la economía europea, tanto en términos de intercambios comerciales como de inversiones, de costes de producción, de tecnología y de energía. En efecto, aunque el conocimiento y la tecnología sean importantes en Europa, la falta de personal cualificado influye negativamente en la productividad de las empresas europeas.

El envejecimiento de la población europea es una realidad de la Europa del mañana. A la vista de las tendencias actuales, la pobre tasa de natalidad amenaza con provocar el envejecimiento y la disminución de la población europea. Según las cifras, en 2050 el número de personas de edades comprendidas entre los quince y los sesenta y cuatro años habrá disminuido en 48 millones, mientras que el de los mayores de sesenta y cinco años habrá aumentado en 58 millones. Las consecuencias para Europa son considerables.

La reducción de la mano de obra ralentizará el crecimiento (del 2 o 2,5 % que se registran actualmente, se corre el riesgo de pasar a apenas el 1,25 % en 2040). Una disminución que se producirá en el momento en el que los costes del envejecimiento de la población comiencen a dispararse (subida que puede variar entre el 4 y el 8 % de un Estado a otro). La viabilidad de las finanzas públicas se encuentra, pues, amenazada. En cambio, la esperanza de vida continuará aumentando hasta llegar, en cuarenta y cinco años, a ochenta y un años para los hombres y ochenta y seis para las mujeres.

Por último, dado que la inmigración hacia la UE no constituye en sí una solución a largo plazo, tanto los Estados miembros como las instituciones europeas ya han adoptado otras medidas. A nivel nacional, varios Estados han introducido importantes reformas en sus regímenes de pensiones y sus mecanismos de jubilación anticipada. A escala de la Unión Europea, las políticas macroeconómicas orientan a los Estados miembros hacia la estabilidad y unas finanzas públicas saneadas. Las reformas definidas por la Agenda de Lisboa parecen poder aportar también algunas soluciones.

Si bien se han iniciado ya numerosas reformas en algunos Estados miembros, Europa no puede permitirse esperar, sobre todo porque sólo ella posee los factores claves para favorecer esta transformación: su estabilidad económica y monetaria, su tamaño (el mayor bloque comercial del mundo), sus medios financieros (fondos y programas de la Unión), así como sus instrumentos de política exterior (políticas de ampliación y desarrollo).

Hacer frente al desafío

Si los Estados son los factores principales de la política social, la Unión tiene un papel importante que desempeñar en el proceso de modernización. Europa (veinticinco países que comparten los mismos valores, dotados de instituciones fuertes y que actúan en conjunto) parece, en efecto, mejor armada frente a la globalización. Asimismo, la Unión Europea cuenta con un conjunto de instrumentos únicos a su disposición: además de sus prerrogativas legislativas, ejecutivas y judiciales, ejerce de catalizadora de nuevas ideas y de reformas.

En tales condiciones, la Comisión recomienda una intervención fundada sobre:

Se deberán tomar diversas iniciativas a nivel europeo:

A nivel nacional, se han establecido cuatro objetivos:

Por último, la UE en colaboración con los Estados miembros debe:

El mensaje de la Comisión es, pues, claro. Para conservar nuestros valores, una sola consigna: «modernizar». Modernizar y hacerlo «juntos».

Contexto

Esta Comunicación se inscribe en el marco de la revisión intermedia de la Estrategia de Lisboa, en la que la reforma de los sistemas sociales es uno de los principales objetivos. En este contexto, tiene por objeto, en particular, crear un mayor número de empleos y de mejor calidad por medio de medidas para incentivar el trabajo, la modernización de los sistemas de protección social, el refuerzo de la capacidad de adaptación de los trabajadores y de las empresas, así como la mejora de la educación y la formación.

Última modificación: 08.06.2006